PlayStation nos presenta su apuesta por la VR en este Spin off de uno de sus mayores éxitos, Horizon. El juego nos cuenta la aventura de Ryas, un ex-soldado caído en desgracia y condenado, que recibe una interesante oferta, realizar un rescate y ser perdonado por sus crímenes.
Bajo esta premisa se presenta Horizon Call of the Mountain, un juego que nos lleva a escalar, combatir y, sobre todo, divertirnos jugueteando con nuestro entorno y descubriendo que nos ofrece la VR de nueva generación de Sony.

La aventura da comienzo en un bote, surcando un río, donde la cosa se complica y terminamos luchando por sobrevivir. Me detengo aquí ya que esta parte actúa como una excelente puerta de entrada, no solo al juego, sino a la VR. Empezamos tranquilos, sentados y viéndolas venir, alucinando con el entorno perfectamente creado para fascinación del jugador. Las máquinas que veíamos en nuestro televisor, cobran unas dimensiones espectaculares y será imposible no quedar boquiabiertos cuando nos pase por encima una de estas colosales bestias.
Como puerta de entrada a la VR es excelente, contando con muchísimas opciones de accesibilidad, para hacer la experiencia agradable, tanto a los veteranos de la VR como a los neófitos. Si te mareas aquí, es porque quieres.
No tardaremos en descubrir los dos pilares del juego, tiro con arco y escalada. La cosa irá in crescendo, al principio subimos por escaleras y disparamos a dianas, pero más pronto que tarde escalaremos paredes rocosas y lucharemos vida a muerte contra criaturas metálicas. Siendo esto solo el principio, ya que a lo largo de la aventura desbloquearemos -o mejor dicho, fabricaremos- nuevas armas y utensilios de escalada.
Respecto a la escalada, es muy gratificante y puede recordar a otros juegos VR como The Climb. Pero para los nuevos jugadores os diré que viene a ser un Assassin’s Creed de los primeros. Buscando el punto de agarre y utilizando nuestro cuerpo para ascender (y más adelante algún artilugio) lo cual es bastante sencillo, ya que vienen marcados con las polémicas guías visuales que imperan en cada nuevo título. Pese a ello es muy divertido ir buscando los puntos de agarre y lo es aún más de cara al final del juego, cuando el camino a seguir no es tan evidente y debemos usar nuestro ingenio para alcanzar el destino.
Además las vistas desde las alturas son indescriptibles, el apartado artístico, ya conocido de la saga, mantiene un nivel altísimo en VR, con esa colorida paleta de colores, esos ríos y acantilados… Coronar las cimas nos ayudarán a avanzar en la historia, pero sobre todo nos regalan un mirador donde quedar unos minutos contemplando la belleza que envuelve todo el juego.
Otro de sus pilares es el combate. Aquí tengo sentimientos encontrados, ya que el combate nos saca del movimiento libre, para ofrecernos un círculo por el que movernos, dejando al enemigo en el centro. Y funciona muy bien, ya que los controles se adaptan al enfrentamiento, pudiendo esquivar o agacharnos para evitar el ataque, pudiendo centrarnos en abatir a la bestia. Inicialmente a golpe de arco, cuyo manejo es sensacional, acompañado por buenas físicas y potenciado por la vibración háptica, de mandos y casco, que nos harán pensar que estamos disparando un arco real. Sin embargo durante alguna parte podremos combatir contra vigías sin entrar en este modo, y honestamente funciona mucho mejor, ya que podemos optar por sigilo y movernos libremente buscando el mejor ángulo de tiro. Digamos que la experiencia es menos de acción y más natural, para lo bueno y lo malo.

Y al final estos dos puntos son el eje del juego, moviéndose entre ambos y alternando con sencillos puzles y con juguetes por doquier. Entendiendo juguetes como esos elementos del entorno que nos permiten interactuar con ellos, que van desde instrumentos musicales, hasta piezas de frutas que comer, pasando por antorchas que podemos encender o pinturas para distraernos haciendo murales. Es lo típico que veíamos en los primeros juegos de VR para decir “oye tú, qué guapo” pero llevado a un nuevo nivel.
A nivel narrativo el juego nos ofrece una historia discreta, pero interesante, como spin off no se preocupa demasiado en arrojar luz sobre los entresijos de los títulos principales, centrándose más en las tribus del mundo y en sus guerras internas. Hablamos de una historia de redención, con un rescate por el camino y un gran misterio al final, que sirve como relleno para los fans de la franquicia pero es perfectamente eludible e innecesaria de cara a la trama principal. Para ilustrar esto que os digo, podría decir que los personajes principales se cuentan con una mano. Puedes jugar sin haber tocado un Horizon y puedes ignorarlo si te gusta la franquicia pero no te llama la VR.
En definitiva, Horizon: Call of the Mountain es un muy buen juego para VR. Es directo, divertido y nos ofrece unas mecánicas totalmente envolventes que nos harán pasarlo “piruleta” en el mundo de Aloy. No es un juego al que vengas para ver la peliculita, sino para vivirla, ya no desde un punto de vista narrativo, sino sensorial. Escalar el apocalíptico mundo de Horizon es un regalo impagable (bueno, sí, 600 cucas) así como disfrutar de los enfrentamientos contra las máquinas, esas que reventabas como moscas en tu televisor, y que ahora nos hacen contener el aliento con su magnificencia.
Análisis Exprés, la opinión de un vistazo
Horizon Call of the Mountain, un videojuego de realidad virtual, desarrollado por PlayStation, es una excelente puerta de entrada a la VR, con opciones de accesibilidad para los veteranos y neófitos. La aventura del juego comienza en un río y luego el jugador escala, combate y resuelve sencillos puzzles. El juego tiene dos pilares fundamentales: el tiro con arco y la escalada, ambos gratificantes y con controles adaptados al enfrentamiento. Aunque el combate no permite el movimiento libre, considero que funciona muy bien. En cuanto a la narrativa, podría calificarla como discreta pero interesante, centrada en las tribus del mundo y en sus guerras internas. En general, Horizon Call of the Mountain es un juego divertido y fascinante que mantiene un nivel artístico muy alto.