Son ya muchos años siguiendo las aventuras del dios de la guerra. Recuerdo compartir su ira, allá en mi juventud, deseando impartir justa venganza a aquellos dioses corruptos que tanto daño habían hecho al espartano. Luego la cosa cambió. Kratos el guerrero de la ceniza, el hombre maldito, encontró la paz en las tierras nórdicas. Y juntos volvimos a descubrir una historia donde la venganza quedaba a un lado, para abrir las puertas a la perdida y al miedo. La pérdida de nuestra esposa y un miedo con nombre; Atreus. Nuestro hijo. Su protección, nuestra misión.
Ahora volvemos a ese mundo de dioses nórdicos, de nuevo, dioses corruptos venidos a menos, pero que a diferencia de lo visto en el pasado de la saga… no todo es blanco y negro, no vemos malos y buenos, sino unos bonitos grises llenos de dilemas morales. God of War: Ragnarök nos presenta la mejor aventura de Kratos hasta la fecha. Una historia contada con maestría a través de la reflexión, el miedo… y la guerra.

El Ragnarök se ha desatado a causa de los sucesos del título anterior. Viejos amigos ahora son enemigos y la situación parece complicada para el padre y el hijo. Esto lleva a que Kratos y Atreus abandonen su hogar para emprender mil viajes juntos, descubriéndose a sí mismos. Uno busca la guerra, y en ella su lugar en el mundo; el otro la teme y sobre todo lo que pueda sucederle a su hijo.
God of War: Ragnarök es una secuela directa de los acontecimientos de su anterior entrega. A nivel jugable y narrativo podríamos decir que es lo que todo fan espera de una continuación o lo que es lo mismo, un más y mejor en toda regla. Más enemigos, mejor combate, más exploración, mejores puzles, más personajes… más… tranquilos, en este texto no encontrareis ni un spoiler, por leve que sea.
Y es que si God of War (2018) fue una semilla, es aquí donde podemos ver como la planta se torna en un majestuoso árbol. Ragnarök nos ofrece una capa de profundidad que nos lleva a estar siempre expectantes, jugando a adivinar qué sucederá ahora, y rara vez concediéndonos el acierto. La historia avanza a buen ritmo con picos de brillantez y con momentos algo menos intensos, que en conjunto funcionan como un reloj suizo. Y esto me hace pensar en la potencia que tiene el medio (videojuego) para contar historias, logrando una empatía e inmersión incomparables.

Para mí, esta es la clave del éxito en el juego de Santa Monica Studio, lo que te cuenta así como la forma en la que lo hace. Cuando pasamos horas y horas buscando un objetivo, venciendo enemigos, resolviendo acertijos… te das cuenta de que lo importante no es el destino, sino el viaje. Y si esto quedaba claro en su primera entrega (saga nórdica) es aquí donde se acentúa explorando cada uno de los nueve reinos. Y ya os aviso que algunos de estos reinos esconden una belleza de esas que te sugieren hacer mil y una capturas de pantalla.
De nuevo, volveremos a algunos lugares ya transitados, pero el juego no se esconde, no lo camufla, al contrario, los personajes recuerdan los días vividos ahí; aunque la zona en cuestión muestre un aspecto desmejorado. Sin embargo es en los nuevos lugares donde Ragnarök brilla más. La combinación de una banda sonora exquisita con un apartado artístico sobresaliente más unos gráficos que cuesta creer, crean un ambiente donde querrás perderte y donde lo único que te obligará a avanzar a prisa… serán tus ganas por conocer el final. Pero incluso en esto han pensado en el estudio y es que no temáis por ir al grano, ya que el juego cuenta con un endgame a la altura de la gesta. God of War: Ragnarök tiene un buen número de misiones secundarias, las cuales son divertidísimas y nos invitan a descubrir la verdadera dificultad que esconde, tanto en sus puzles como en sus combates, siempre compensándonos con equipo y ampliando este lore tan profundo como es el de la mitología nórdica. Esto lo hace a través de conversaciones entre los personajes, ya que rara vez estaremos solos; siendo el trio Kratos, Atreus y Mimir, el eje central de estas conversaciones.
Me resulta extraño hablar de mejoras en un juego que ya fue en su día –casi- perfecto. Pero en el combate encontramos una nueva capa de profundidad que termina de apuntalar lo que ya parecía terminado. Y sí, partimos de lo conocido, pero sin entrar en spoiler (ni del primer juego) empezamos “más equipados” y el progreso continúa hacia un nuevo nivel. Permitiendo que alternar entre nuestras armas sea una mecánica necesaria para vencer a nuestros enemigos. Además con un árbol de habilidades bastante directo y con mejoras que lo invitan a coquetear con el rol… pero con una red de seguridad que no asuste a ese usuario medio. Y es que, una vez hemos avanzado unas horas, empezaremos a disfrutar de lo lindo de cada cruce de armas. De nuevo, contundencia y habilidad, la formula hack & slash mezclada con el combate estilo souls, ese que nos obliga a realizar parrys precisos y a leer a nuestro adversario. Y este es otro puntazo a su favor, la cantidad de enemigos así como su variedad es una majadería. Lucharemos con trolls, elementales, bestias, humanos, dioses, soldados de Asgard… y un largo etcétera que también se aplica a sus jefes finales y midbosses. Estos nos regalan los momentos más espectaculares y las ejecuciones más bestias, esas que parecen volver a mirar de tú a tú a God of War III.
Y es que en 2022 los videojuegos transcienden al entretenimiento básico. El nivel de las producciones de Sony en lo puramente audiovisual es para quitarse el sombrero. Lo vemos en las cinemáticas, donde el dialogo a veces es lo de menos, siendo más impactante una expresión de Kratos que mil palabras de Mimir. Pero aparte de ello, los planos están cuidados como si un aclamado director de cine estuviera tras la cámara. Esto nos lleva a disfrutar de momentos que no solo son partir en dos a nuestros enemigos; momentos como disfrutar de una comida en compañía, acariciar la mano de un ser querido o un necesario abrazo.
Si God of War en 2018 nos contaba la historia de Kratos… ahora tenemos que finiquitar la de varios personajes. Evidentemente Kratos será la cúspide de la pirámide en esta historia, pero ni mucho menos será la única pieza a tener en cuenta. Es increíble como en veinte años el medio ha evolucionado de esta forma, en la cual podemos encontrar problemas humanos en dioses poderosos, llevándonos a coger el mando no solo para reventarlos, sino también para conocer qué diablos pasa por sus cabezas.

Toda historia tiene un final o al menos un punto y aparte. God of war III lo tuvo y Ragnarök también lo tiene. Unas líneas más arriba os contaba como prevalece el viaje al destino, pero esto que es aplicable a los personajes no lo es tanto a la historia que el juego nos cuenta. Y es que el cierre de la saga nórdica tiene uno de los mejores finales que he disfrutado nunca. De esos que emocionan y que te hacen pensar que cada segundo en el juego ha valido totalmente la pena, solo por ser cómplice del despliegue de sentimientos que relucen en sus compases finales. Que jodida maravilla.
God of War: Ragnarök me ha encantado. Me ha despertado sentimientos maravillosos, de esos que solo suceden cuando estamos ante un título sobresaliente. He sentido momentos de angustia similares a los vividos en Red dead Redemption II, también he tenido la esperanza que viví en Death Stranding e incluso he coqueteado con esa rabia de Ellie en The Last of Us II. Al final, la ilusión con la que coges el mando al final del día parece ser el factor irrefutable para medir la calidad de un videojuego. O el hecho de que no se vaya de tu cabeza en las horas muertas o antes de coger el sueño. Son estos pequeños delirios que escribe un servidor, mi más sincera invitación a que entréis en el mundo de God of War: Ragnarök, porque a día de hoy, pocas experiencias audiovisuales están al nivel del dios de la guerra. ¿Habemus GOTY?
1 comentario
Me encanta God of War: Ragnarök ahora estoy super enviciado llego del trabajo y empiezo a jugar