Análisis Dead Island 2

Nunca es tarde si la dicha es buena

por Juan Cash

La ciudad de Los Ángeles ha sido arrasada. Barrios ricos como Bel-Air o Beverly Hills han cambiado el mármol y oro por cenizas y vísceras. Hordas de zombies campan a sus anchas sedientos de sangre y nosotros, uno más entre los grotescos supervivientes, somos la última esperanza de la humanidad.

Así arranca Dead Island 2, un juego milagroso, de esos que no esperábamos ver, tras innumerables retrasos, cambios de dirección en su desarrollo y un sinfín de problemas. Quedando tan solo como el mejor trailer jamás presentado en aquella feria llamada E3 (2014). Ahora vuelve de entre los muertos como si fuera una más de las criaturas presentes en el mismo, pero bajo este historial de desastres cabría pensar que está condenado al fracaso… ¿O quizás no?

Nada más lejos de la realidad, Dead Island 2 se presenta como una de las sorpresas del año, un juego gore, sangriento y extremadamente divertido, más duro que una piedra, con una contundencia tan presente en sus armas (destrozando zombis a golpe de tubería) como en sus propias mecánicas, más propias de un juego del 2015 que de uno del 2023, pero igualmente maravillosas.

El título de Dambuster Studios es un videojuego de acción y terror en primera persona, que nos presenta unos escenarios fotorrealistas que destruyen por completo esas mansiones de Los Ángeles y que gracias a su particular sentido del humor y su capacidad para representar la fauna local, bien podría recordar a películas como Welcome to Zombieland (¿Qué más queréis?). Su género es llamado sandbox y he sentido atisbos de títulos como Dark Souls, en su diseño de niveles, por aquello de visitar espacios cerrados interconectados, abriendo atajos para volver alguna que otra vez. Adiós al mundo abierto, y le sienta de maravilla. Esto nos llevara a recorrer una ciudad tan especial como Los Ángeles, y pasaremos de las zonas ricas, las mansiones, hasta todo tipo de ubicaciones, desde el alcantarillado, hasta laboratorios improvisados a pie de playa o una de mis favoritas… el estudio cinematográfico.

Durante la aventura encarnaremos a un/una superviviente, pudiendo elegir entre varias opciones, cada una con sus pros y sus contras (que te digo yo, mucha velocidad poca vida, o gran daño y resistencia, por poner algún ejemplo) y cargados de carisma (unos más que otros). Además, iremos desbloqueando cartas que podremos equipar a nuestros personajes. Básicamente son habilidades, pero en lugar de desarrollar el típico árbol, la cosa se simplifica, pudiendo equipar A o B dependiendo de nuestro estilo de juego. Esto da lugar a una creación de personajes única, y voluble en el desarrollo. En mi caso he ido adaptando las mismas en función de las armas conseguidas, pasando de ser un tanque de demolición a un ágil espadachín rebanado de extremidades.

Una vez avanzamos, la historia va cogiendo cierta relevancia, si bien es cierto que sus aspiraciones son similares a las de Paquirrin en el mundo de la canción, lo cierto es que terminaremos encariñándonos con los personajes e intrigados por saber qué les depara el destino. 

Pero si algo es la joya de la corona es su combate. Como adelantaba se siente muy anticuado, con pocas opciones (a priori) pero poco a poco avanza, dando pequeñas habilidades al jugador, para terminar convertidos en maquinas trituradoras de zombis. Si comenzamos algo intimidados por avanzar en la oscuridad, terminaremos deseando encontrar una horda para hacerla picadillo. Las físicas son extraordinarias, y podremos apreciar como iremos arrancando capas de piel a los muertos vivientes a golpe de machetazos, o incluso ver cómo se mueven sus pútridos órganos, una vez le abrimos la caja torácica. Es una barbaridad como el estudio (en principio pequeño) ha conseguido estos detalles de grandeza que, sin duda, dan al juego un acabado extraordinario, como una joya de acero chapada en oro. Esto es acompañado por un sistema de armas y mejoras perfecto. Simple y funcional ¿Tienes un pico? Conviértelo en un pico de fuego en tres sencillos pasos y aplasta cráneos mientras los calcinas. Y la cosa va más allá de las armas cuerpo a cuerpo. Para mi sorpresa las armas de fuego son bastante buenas en su ejecución. Quizá algo limitadas por la ausencia de balas, aunque cuando avancemos lo suficiente podremos fabricarlas nosotros mismos. Pese a todo el protagonismo lo tendrán siempre las armas cuerpo a cuerpo, a mí dame una katana eléctrica y ya soy feliz.

El surtido de criaturas también está a la altura y, si al principio tendremos poca variedad de enemigos (no en su diseño, ahí hay bastantes), poco a poco irán introduciendo varias criaturas más duras de pelar. Llegado cierto momento, encontrarte con una trupe mixta de zombies… es bastante desafiante y dicho sea, placentero. Te hace sentir extasiado tras el encuentro, como si fueras tú realmente quién está ahí a golpe limpio contra los zombis.

Por último, el multijugador es un gran añadido (un besito a mi compañero mata zombies Dogen). Es un multijugador que solo suma, al que acudir para una segunda vuelta o para explorar esas zonas que se nos hacen bola en solitario. En ningún caso resta, ya que el juego es perfectamente disfrutable en solitario, así que me parece un ejemplo de lo que es un buen multijugador. Coordinarse para lanzar zombies a la piscina mientras el compañero activa la electricidad es una de las mil perrerías que podremos hacerles a estos desgraciados. 

Y esta es otra pieza importante de la ecuación. Su sentido del humor, tan presente en su narrativa como en su jugabilidad. Desde las armas hasta las formas de eliminar zombies e incluso en elementos algo discretos a una primera vista, el juego rezuma humor por los cuatro costados.

En resumen y para mi sorpresa, la aventura de Jacob (Dani, Ryan, Carla o quien te elijas) me ha fascinado. Ha sido uno de esos juegos que te hacen mirar el reloj con asombro, y ya sabéis que eso aquí es casi como darle un diez en otros medios. Me lo he pasado como un indio explorando mansiones llenas de sangre, inventando las historias que habrían ocurrido en esos lugares, asustándome en la oscuridad, abriendo atajos para volver más adelante y en definitiva disfrutando con todos los juguetes que el estudio a puesto en el camino para deleite del jugador. Dead Island 2 es un juego algo anticuado que se deja caer por la era del triple A para demostrar que a veces menos es más. Si os gustan los juegos de terror/acción gore y desenfrenados… ya tardáis. 

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