Mundfish sorprende con su ópera prima, Atomic Heart, un shooter-RPG rebosante de personalidad llamado a convertirse en uno de los mejores juegos de 2023.
Atomic Heart lleva cautivándonos desde su presentación allá por el lejano 2017. El universo creado por la desconocida Mundfish no ha dejado a nadie indiferente durante estos largos años de gestación, acaparando las miradas y consiguiendo generar una más que merecida expectación.
El cariñosamente apodado “Bioshock soviético” -una forma de referirse a él que claramente busca más ensalzarlo que criticarlo- nos recuerda irremediablemente a la obra de la extinta Irrational Games, y, aunque es cierto que las comparaciones son odiosas, que te sitúen en el mismo peldaño que una de las obras de entretenimiento más influyentes de las últimas décadas ya es marcarse un buen tanto.
Sin embargo, Atomic Heart me ha demostrado ser mucho más que eso. Sí, una vez a los mandos son inevitables los paralelismos y la clara influencia que toma de Rapture y sus plásmidos, pero el retoño de Mundfish hace gala de una personalidad apabullante que lo hace brillar con luz propia y ganarse su pedestal. Atomic Heart es una genialidad; un clásico instantáneo, y ha llegado para permanecer en nuestros corazones.

Pongámonos en situación: antigua Unión Soviética, pocos años tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en el 1955 para ser exactos. La URSS vive el apogeo de su desarrollo tecnológico gracias al descubrimiento de un nuevo componente denominado “polímero”, producto del camarada Dmitri Serguéyevich Séchenov, eminente filósofo, científico e inventor soviético y actual ministro de industria.
En vísperas del lanzamiento de la Red Neuronal Kollektiv 2.0 -promesa de un nuevo hito tecnológico en la historia de la poderosa Unión Soviética- el camarada Séchenov nos convoca con el fin de hacernos cargo de una situación delicada. Como oficial del servicio secreto soviético, Serguéi Alexéyevich Niecháev -nombre en clave P-3-, será nuestro cometido cumplir con la orden de nuestro jefe y amigo Séchenov y asegurarnos de que nada interrumpe el lanzamiento de Kollektive 2.0 y la polimerización de toda la Unión Soviética.
Así arranca este universo utópico cuyos primeros compases dejan patentes su increíble ambientación y puesta en escena, tomándose su tiempo en construir la trama e introduciéndonos de lleno en su mundo, buscando dejar en nosotros una huella imborrable.
Desde la arquitectura hasta las calles, su paleta de colores y la estética retrofuturista de todo cuanto nos rodea, los diferentes complejos y laboratorios que visitaremos, las zonas naturales y paisajes que se entremezclan con el metal y el polímero; todo derrocha tal personalidad que es difícil no quedarse con la boca abierta.

Los interiores, si bien son amplios y llaman a la exploración, acusan cierta linealidad. No es algo negativo per se, ya que al carecer de un mapa que consultar, esto facilita el aprendizaje de su esquema, y, por tanto, posibilita que exploremos a fondo sin miedo a desorientarnos en exceso. En general gozan de buen diseño y avanzar por ellos entraña un cóctel de acción, resolución de puzles e infiltración.
En contraste, su mundo abierto de transición es vasto y está plagado de enemigos y otros peligros. Aquí si disponemos de un mapa con el que guiarnos, además de ser la excusa perfecta para perdernos por el escenario y conseguir recursos con los que mejorar a P-3 y su arsenal. Para acortar distancias podemos hacer uso de vehículos, o, si lo preferimos, ir a pie y explorar bien la zona.
Como único punto negativo reseñable es que los desarrolladores parecen empeñados en dificultar la exploración del mapa de forma innecesaria, hecho que constata no sólo las numerosas cámaras de vigilancia que encontramos por doquier junto con la ingente cantidad de robots que campan a sus anchas, sino también la facilidad con la que se obvian -o fallan en explicar- ciertas mecánicas jugables que resultan indispensables para convertir esta exploración en una experiencia realmente disfrutable.
Esto ocasiona que el enemigo nos detecte con mucha facilidad y que rápidamente nos veamos abrumados por constantes oleadas de robots homicidas. Durante las primeras horas no nos molestará demasiado, pero es la reiteración de este resultado lo que acaba desembocando en una sensación de agobio continuo que propicia que no queramos entretenernos demasiado, empañando un poco el factor exploración y rebajando la emoción general cada vez que ponemos un pie en el exterior. De haber enfocado este diseño de otra forma, y, de paso, ser más transparentes con el jugador sobre cómo abordar estos problemas, el resultado habría sido muy distinto. Pero incluso conociendo el método para paliar estos inconvenientes, no es permanente, por lo que hablamos de un respiro temporal que no consigue alcanzar el grado de satisfacción ni la tranquilidad asociadas a desconectar un sistema que sabemos que no nos volverá a molestar. Personalmente lo achaco a una mala decisión de diseño, ya que, para acceder a ciertos sitios necesitamos las cámaras, y si pudiéramos destruirlas de forma permanente -lo que haría más gratificante la exploración- nos cortaríamos el acceso a dichos lugares.

Por otro lado, su mundo abierto es también la vía de acceso al contenido secundario. Me refiero a las zonas de prueba: pequeñas “mazmorras” opcionales donde podremos obtener piezas de armas y recursos, imprescindibles para personalizar y mejorar nuestro equipo.
Estas zonas son divertidas e ingeniosas, mereciendo la pena invertir tiempo en ellas, no sólo por los valiosos recursos que esconden, sino porque aportan un soplo de aire fresco en contraposición a lo que nos ofrecen los niveles centrados en la trama o explorar los exteriores. Es importante hacer hincapié en que debido a su diseño -no son especialmente complicadas- no rompen en absoluto el ritmo de la narrativa ni de la trama principal, pudiendo completarse sobre la marcha, de forma ágil y sencilla.
Pero no todo son puzles y exploración. Un gran peso en la jugabilidad de Atomic Heart recae sobre sus mecánicas de combate. P-3 tiene a su disposición un buen abanico de poderes y armas tanto cuerpo a cuerpo como de fuego, todas bien diferenciadas entre sí y de distinto poder destructivo. Gracias a NORA la reparadora (una depravada máquina calenturienta) podremos personalizar y modificar el comportamiento de cada una de ellas, así como adquirir y mejorar poderes para P-3. Para lo primero necesitaremos las piezas pertinentes de cada arma, mientras que para los poderes tendremos que invertir neuropolímeros, que no son ni más ni menos que otro de los recursos que podemos encontrar. Nuestros poderes vienen dados por CHAR-les (o Charles, para los amigos) nuestro infatigable guante polimérico gobernado por una IA bastante repelente que no se calla ni debajo del agua, pero que además de su obvia utilidad, protagoniza algunos de los momentos más hilarantes del videojuego en forma de conversaciones con P-3.
No es un sistema de combate que reinvente la rueda, pero se siente bien y los enemigos responden acorde al impacto de cada arma o poder que utilicemos contra ellos. No os dejéis engañar por la aparente simpleza que transmite durante las primeras horas, pues acaba resultando de lo más completo, con poderes que podemos combinar con las armas para crear un combate divertido y emocionante a cada encuentro, especialmente si lo jugamos en el nivel de dificultad más elevado.

Pasando a comentar algunos aspectos más generales, decir que el juego está completamente doblado al castellano, con un grandísimo trabajo a la altura de los títulos más importantes. Roberto Encinas (Nathan Drake en Uncharted o Chris Redfield en Resident Evil) lleva la voz cantante como papel protagonista de la aventura, pero también encontramos otras muchas voces reconocibles de grandes profesionales del doblaje español, como Inma Gallego (que si os gusta The Office sabréis quién es, y, por tanto, tenéis mis respetos) o Eugenio Barona (Sekiro, Mafia), entre otros.
La banda sonora nos llega de la mano de Mick Gordon, más conocido por ser el compositor de los más recientes Wolfenstein, reboot de Doom de 2016 y Doom Eternal. Si conocéis o habéis jugado a estos juegos, poco hay que añadir. Una banda sonora alucinante, muy emocionante y con temas épicos que son una auténtica locura.
Atomic Heart ha llegado con mucha fuerza, claramente influenciado por esa Obra Maestra que es Bioshock, y si bien en algunos aspectos se nota que se trata del estreno de la desarrolladora, el juego es sorprendente a tantos niveles que cuesta creer que sea el primer juego del estudio. Si teníais reservas sobre la calidad del producto o dudas sobre lo que ofrece, no temáis: es ni más ni menos que lo que prometía. Personalmente creo que está a la altura de las expectativas y que fácilmente encontrará entre los jugadores su hueco en la lista de los mejores juegos de 2023.
Mundfish ha puesto el listón muy alto con su ópera prima y no resultará tarea fácil superarla. Que debemos quedar muy pendientes de este estudio es algo que está más allá de toda duda, así que sólo resta tener paciencia y esperar su próxima propuesta. Mientras tanto, dentro de unos años echaremos la vista atrás y sonreiremos ante la audacia de un estudio primerizo que se atrevió a codearse con los dioses del Olimpo.
Nota: Juego analizado en PlayStation 5.